Coliseo Romano con dos mil años de historia, una reliquia que quedaría vacía, inerte y abandonada al paseo constante e impersonal del turismo sino fuese porque en la sociedad moderna existe un espectáculo grandioso capaz de llenar su esencia y de estar a la altura del majestuoso recinto, capaz de aprovechar su estremecedora acústica, capaz de ocupar la totalidad del espacio escénico y capaz de dar vida renovada a sus milenarias piedras.
Todo eso, todo este impresionante argumentario es la herencia que nos deja «a los que estuvimos alli» la mañana del 16 de septiembre en Nimes. Y, por ello, debemos y podemos contarlo para que nunca nadie se le ocurra acabar con algo capaz de remover las entrañas del ser humano hasta el punto de conquistar el mundo en apenas diez minutos, lo que dura la creación de la obra artística, la lidia de un toro.
Por: Nacho Lloret
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