El toro de lidia, que desciende del uro o toro salvaje de la Edad
Media, hoy da a conocer sus cualidades físicas en corridas o encierros, pero para que un animal de este tipo logre generar esas emociones en un espectáculo taurino, primero se deben tener en cuenta temas de crianza y alimentación, con el fin de dar continuidad a una tradición centenaria.
El ganado autóctono que había en la España peninsular de los siglos XVI al XVIII, que inicialmente constituyen las denominadas castas fundacionales (Morucha Castellana, Jijona-Toros de la Tierra, Navarra, Cabrera, Gallardo, Vistahermosa y Vazqueña), y es seleccionada exclusivamente para los espectáculos taurinos siguiendo diferentes criterios.
Estudios genéticos moleculares demuestran que esta raza mantiene
una mayor riqueza genética que la mayoría de las razas bovinas europeas, siendo más similar a las encontradas en el centro de domesticación de Oriente Próximo que a la de las poblaciones europeas. Se detecta una huella africana presente en muchos encastes de la raza de lidia, que aparece también en restos de uros peninsulares de más de 3.000 años de antigüedad.
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