El Rincón de Conchi
El Caballo De Picar
Son muchas, seguramente, las opiniones que los aficionados tienen sobre las características que debe
reunir el caballo de picar para que esta suerte no siga degenerándose y alcance el nivel de ejecución y belleza que en otras épocas tuvo. Es, sin lugar a dudas, uno de los temas de mayor interés polémico.
En estos últimos tiempos, la suerte de varas ha estado atravesando uno de los peores momentos de la historia de la tauromaquia, conjugándose en la misma el tamaño de la puya, la forma de picar por parte de los picadores, y por supuesto el caballo con todos sus atalajes, que forman una auténtica muralla contra la que se estrella el toro, sin que salvo raras excepciones podamos comprobar su bravura, que es precisamente uno de los fines de esta suerte, y el amoldamiento de la misma para las restantes suertes del toreo.
El Caballo de Ayer
Nada mejor que remitirnos a lo escrito por don José Sánchez de Neira en 1893 sobre el caballo que él consideraba óptimo para picar, y que debía de reunir las siguientes condiciones :"Marca elevada, pesado, de buena boca, fuerte de ancas y viejo mejor que joven, aunque no de tanta edad, ni de tan retrasados movimientos, que el aplomo que debe de tener, se traduzca en torpeza pesada, puesto que la obediencia a la mano izquierda del torero es el requisito más importante para el buen resultado de la suerte de varas ".
Nada consiguió el ilustre tratadista, porque si examinamos la evolución posterior, comprobamos que el problema sigue latente hasta nuestros días y es posible que con mayores defectos que en la fecha referida.
Los picadores de antaño, cuidaban sin embargo, mucho más que ahora, las condiciones de los caballos, como sucedía a mediados del siglo XIX, que uno o dos días antes de la corrida, escogían y probaban los caballos, y antes de salir a la plaza comprobaban sus condiciones en paseos y tras el manejo de los mismos.
Los Petos
De que los problemas siguen sin solución nos da idea, el que en el año 1927, se formó una comisión,
presidida por el director general de seguridad , y compuesta por un matador de toros, un ganadero, un picador, un representante de las empresas, otro por parte de la prensa y hasta un miembro de la Sociedad Protectora de Animales, sin que se encontraran soluciones, opinando los picadores que había que aumentar el tamaño de la puya, propuesta que no fue aceptada, porque se trataba de proteger al caballo y no al picador, en detrimento por supuesto del toro.
De esta comisión si salió la creación del peto, y para elegir el más conveniente se convocaron dos concursos. Se aceptó a prueba un peto de goma, que se desechó después de las pruebas pertinentes en algunas novilladas porque no cedía al impulso del cuerno, era perforado en otros casos cuando el cuerno le afectaba en posición perpendicular, o el cuerpo resbalaba al entrar en contacto con el mismo.
Se probaron otros fabricados a base de algodón, de lana con parafina, uno de cuero flexible, también forrado de guata, y uno más de cuero flexible, aceptando este último que con las modificaciones que mencionaremos, es el que se utiliza en la actualidad.
No vamos a extendernos para explicar las sucesivas modificaciones del peto según Real Orden de 7 de febrero de 1928, el nuevo modelo de acuerdo con la Orden de 3 de agosto de 1934 ; el peso de 25 kilos con una tolerancia por el uso de 5 kilos, que se aprueba por orden del 11 de abril de 1959, hasta llegar a 1962, y el artículo 85 del vigente Reglamento, que establece las características de la actual.
Del largo faldoncillo de una cuarta que se establecía en la orden del 9 de abril de 1930, hemos pasado a un faldón que no cumple con los determinado en la referida orden, lo que hace que el toro rehuya sucesivamente entradas al caballo, desengañado de que no puede vencer en esta pelea, al estar en desigualdad de condiciones, y los manguitos, más todos los aditamentos que aparejan el caballo, le han convertido en una auténtica muralla, al tiempo que le imposibilitan para moverse con mayor libertad.
El Caballo de Hoy
Uno de los errores mayores que se contemplan en el vigente Reglamento de 1962, es sin duda, a nuestro juicio, haber establecido un peso mínimo para los caballos de picar, de 450 kilos en corridas de toros y 400 kilos en novilladas, y la ausencia de peso máximo, con lo que la picaresca actúa sin infringir la ley, con el actual mastodonte, inútil total para este menester, pero que satisface plenamente al picador que no sufre las consecuencias de derribos y sentado - que no montado - en semejante mole puede picar a su manera con entera tranquilidad.
Otro error, que junto con el anterior era necesario evitar en el reglamento que se preparó era establecer una alzada mínima 1, 47 metros, pero que al no establecerse la máxima, vemos como hoy salen caballos a la plaza con alzadas de hasta 1, 76 metros y un peso de 695 kg aproximadamente, lo que ha hecho posible la utilización de un caballo de tiro y arrastre, en lugar de un caballo de silla que sería lo ideal.
Peso máximo y alzada de caballo, deben de ser perfectamente definidos y no estaría de más, definir reglamentariamente el tipo profesional del mismo, es decir, el caballo de silla o de tiro ligero, que han sido hasta antes de 1962 los caballos utilizados, para que el toro pueda demostrar su bravura y fuerza en todo momento.
El caballo actual, de raza hispano bretona está dotado de un cuello amplio y musculoso, excelentes para el tiro, pero de ninguna manera obedece al mando de la rienda, impidiéndole por otra parte, los ya de por sí lentos movimientos, toda la parafernalia que sobre el mismo pesa, y hasta aprende dada la frecuencia con que ha de salir en muchas plazas, vicios como el de acostarse al hacer el embroque con el toro hurtando su anatomía.
El Caballo Ideal
Los ganaderos saben perfectamente, porque a ellos les interesa más que a nadie cuál sería el caballo ideal para aplicar el toro de hoy, por supuesto aligerado de tanta coraza, sin tantas maniobras para quitarle el resabio y con picadores conscientes de la importancia que tiene la bella suerte de varas.
A nuestro juicio bien pudiera ser aquel que responda a las características étnicas del caballo bético o andaluz, que goza de un cuello bien unido por los extremos, robusto, de ancha base y convexo, de lomo amplio y flexible, la grupa redondeada y caída, con pecho robusto, vientre bien desarrollado, y costillar redondo.
Este caballo, cuya alzada varía de 1, 55 a 1, 62 metros, goza de músculos y tendones destacados, el antebrazo es corto, la caña fina, larga, cilíndrica, enjuta, las articulaciones pequeñas, las cuartillas largas y los cascos algo reducidos pero compactos.
Se trata de un caballo, polivalente, ya que se ha venido utilizando como caballo de paseo, de silla, incluso de tiro ligero, para trabajos agrícolas y en la caballería del ejército.
Este caballo existe en Andalucía, en menor cantidad en Extremadura, y algunos ejemplares en otras regiones, dándose la circunstancia de que dónde se ha mantenido más puro ha sido en Galicia y en la costa cantábrica porque no se ha influenciado con sangres extrañas.
Más o menos este era el caballo primitivo, para el que precisamente se creó el peto protector, a partir de 1928, cuando se establecieron los petos protectores y en la reglamentación de 1962 al establecer un peso mínimo pero no máximo.
El peto protege al caballo, pero le impide moverse y el caballo protege al picador, que antes tenía que demostrar su destreza, citar de frente con el pecho del caballo, ser certero y picar delantero, en el morrillo, ya que de no ser así, podía tener seguro que el toro le derribaría.
El caballo de picar, debe de ser obediente y su marcha estar en acuerdo con el arte ecuestre, y el que vemos en las plazas, en ocasiones es torpe de movimientos, anda con pequeños pasos y se ve en la necesidad de dar rodeos para llegar al punto de encuentro con el toro.
El Caballo En La Actualidad
En la actualidad el prototipo de caballo de picar está lejos de ese caballo grande y corpulento de hace
unas décadas. “Se busca un caballo fino porque entendemos que la movilidad tiene que ver con el peso -señala Enrique Peña, encargado de la cuadra Peña de Sevilla-. Utilizamos el percherón y el bretón, que le dan la fuerza y la potencia, y lo cruzamos con el inglés, español y árabe, que lo afinan y le dan la movilidad”. Alain Bonijol opta por “caballos lusitanos y yeguas percheronas, que son dóciles y fuertes y estos cruces permiten obtener caballos con 550-600 kilos. Las yeguas las echo a los toros para saber que pueden servir. Además, el percherón tiene un goterón de caballo árabe que también es muy importante”. Por ello, los caballos de Bonijol son algo más ligeros que el resto de cuadras, que señalan que el peso óptimo debe estar “entre los 600-650 kilos”, como advierte Guillermo Navarro, de la cuadra Navarro, de Valencia.
Aunque el peso tiene un valor un tanto relativo en relación con otros aspectos del caballo. “El peso no influye tanto -confiesa Pedro Moreno “Chocolate hijo”, picador de la cuadrilla de Manzanares-. Es más importante que tengan buen cuello y buenas espaldas. Que tenga buena doma y buenas hechuras, con fibra, carbón y movilidad. Yo también valoro mucho que no sea muy despegado de tierra para que no se cuele un toro por debajo”. Lo ideal sería que la cruz del caballo esté sobre 1’60 centímetros, tal como advierte Antonio Montoliu, picador de la cuadrilla de Padilla, que además puntualiza: “Eso es lo ideal, pero hay excepciones. Cuando se van a picar toros como los de Miura, que son muy altos, es mejor que sean algo más altos”.
Además de las características morfológicas, el carácter es fundamental en este tipo de caballos. “Deben de ser dóciles y tranquilos, pues tienen que ser manejables en la plaza en momentos comprometidos y deben sobrellevar bien el alto ritmo de viajes y desplazamientos que tienen en plena temporada”, destaca Antonio Montoliu. “Además de nobles deben tener el corazón suficiente para luchar con el toro y aguantar esa pelea”, puntualiza Enrique Peña. José García “El Puyero”, de la cuadra Sertauro, va más allá: “No basta con que aguanten la pelea, el caballo tiene querer luchar con el toro”.
Por; Conchi Mateo Fernandez
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