martes, 28 de abril de 2020

Hipotética temporada taurina televisada



ABC Toros
Sevilla Actualizado:28/04/2020


    Emilio Muñoz y Jarabito, la exaltación del toreo más personal de Triana
    Ganaderías al matadero: esta semana se han sacrificado 200 toros en Sevilla
    Los ganaderos podrán realizar tentaderos durante el estado de alarma

La Unión de Toreros junto con el canal temático Toros han planificado una hipotética temporada taurina en la que se televisarían casi treinta festejos a puerta cerrada a partir del próximo mes de junio. Según ha podido conocer ABC de Sevilla, ya se han puesto en contacto con los treinta primeros diestros del escalafón 2019 para contar con ellos en una decena de corridas que se celebrarían en plazas de pueblos. Además, se barajan números similares para emitir novilladas y festejos de rejones.

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sábado, 25 de abril de 2020

TOREROS PERUANOS EN EL RECUERDO: BANDERILLERO ÁNGEL SOLIMANO “ANGELILLO”





 Carlos Castillo Alejos



TOREROS PERUANOS EN EL RECUERDO: BANDERILLERO ÁNGEL SOLIMANO “ANGELILLO”

Ángel Evaristo Solimano Sardi nació en Canta (Lima) el 14 de octubre de 1917. Hijo de don Alfredo Solimano Gisolfo y doña Luisa Sardi Casanova.

Su afición nace de vivir en las afueras de la puerta de sombra de la Plaza de Acho, en la Calle "La
Aspiración", en el Barrio del Rímac. Su vida taurina la empieza como monosabio. Posteriormente, a la edad de 12 años, sale de banderillero en la Plaza "Juan Belmonte" de Tarma (Junín) en compañía de Adolfo Rojas "El Nene", quien alternaba con "Miura" y César Sánchez. Actuando luego en las plazas de Canta (Lima) y Carhuaz (Ancash). Esporádicamente actuó como novillero.

Debutó en la Plaza de Acho el 12 de octubre de 1941, en una novillada en la que alternaban Guillermo Rodríguez "El Sargento", "El Nene" e Isidoro Morales, con ganado de Arequipa. Durante su carrera taurina recibió los consejos de su padrino Alejandro Arrieta "Moyano de Lima", Rafael Valera "Rafaelillo" y José Murro.

Su primera cogida de importancia fue en la última corrida del matador mexicano Fermín Espinoza "Armillita" en el año 1942, con ganado de Asín, al banderillear el sexto toro resultó herido en el muslo. Durante su dilata vida profesional recibió doce cornadas, tres de ellas en la plaza de Acho, algunas de ellas de gravedad.

El 15 de noviembre de 1942 fue premiado por el Jefe de Estado, Manuel Prado Ugarteche, en tarde en la que "Armillita" cortó dos orejas y rabo a un toro de La Viña.

Fue un destacado y eficiente peón de brega y pinturero banderillero de lujo. Destacó por sus buenas maneras. Siempre se mostró muy reposado, con gran voluntad. Manejó el capote de brega con soltura, inteligencia y experiencia. Logró los aplausos al ejecutar la suerte de banderillas por su forma y estilo colocándose en un lugar preferente entre los rehileteros nacionales. Ha toreado con todas las figuras del toreo de los años cuarenta hasta los setenta. Ha actuado también ruedos de Bolivia, Ecuador, Chile, Cuba, España y Marruecos.

Tuve la suerte de que me representará en algunas de mis actuaciones como novillero recibiendo importantes consejos. Siempre será recordado por su amena conversación, el detallismo a la hora de contar sus experiencias y, sobre todo, por ser un gran caballero y mejor amigo.

Antes de ser torero fue un buen futbolista del Club Manuel Acevedo del Rímac. En las canchas de
fútbol se le conocía con el nombre de "Nonem".

Falleció en Lima el 2 de enero de 2011 a los 93 años de edad.

El escritor Samuel Joya dedicó un pasacalle a "Angelillo":

La vieja plaza se ha vestido de sus galas,

de sangre, de arena y de sol,

en sus tendidos se ha volcado la afición

con alegría delirante

y con ansías de aplaudir a su lado.

Y es que ha salido a los medios

un chavalillo precoz

que con salero y elegancia toreará,

él se ceñirá, él se animará,

es el valiente “Angelillo”

una promesa taurina

que al lado de su maestro

el bravo “Moyano” se está perfilando.

¡Olé! la fiesta bravía,

viva el chaval sin igual

que en esta tarde de toros

sus hechuras lucirá.

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Don  ''ANGEL SOLIMANO SARDI "ANGELILLO"

Jorge M. Arancivia

Pocas otras cosas transmiten la imagen de poder y fiereza que un toro de lidia recién salido del toril pidiendo guerra: una tromba de quinientos kilos, bufadora, dando vueltas por el redondel y con dos cuchillos enhiestos ávidos de clavarse en lo que sea.

Mi primer recuerdo de Angelillo es haberlo visto enfrentándose a una de estas fieras en la plaza de Acho, en la época en que los peones de brega daban los lances de tanteo –es decir, tenían el primer contacto con el toro recién salido- mientras el matador observaba las trayectorias y los resabios del animal desde el burladero antes de disponerse él mismo a lidiarlo. Ni recuerdo quién era el matador en esa ocasión, pues yo tenía siete u ocho años, pero una escena sobrecogedora vive intacta en memoria hasta hoy: Angelillo dirigiéndose al toro que acometía con todo su poder, y tropezando en su misma cara –un terrible ¡ay! en los tendidos-, y la improvisación del quite que se hizo a sí mismo, echando el capote al aire por encima de la cabeza mientras caía al suelo y desviando los cuernos un palmo por encima de su montera. La plaza entera lo ovacionó de pie y el matador le indicó que se destocase para saludar, pues los subalternos no pueden quitarse la montera sin el permiso de su superior jerárquico: en las corridas de toros las formas y la jerarquía, así como la puntualidad, se respetan más que en cualquier otra actividad. ¿Será acaso que una rígida estructuración de las acciones en esos coliseos protege, como un espejismo de ritual controlado, a quienes se enfrentan a la muerte en la arena?



Un par de años después de esa proeza de habilidad, reflejos y sangre fría, fue que le pedí a Angelillo
que me enseñara a torear. Fue en Huampaní, que estuvo de moda allá por los años cincuenta y donde muchas familias limeñas alquilaban por unos días los chalets que allí ofrecían para gozar del limpio sol de Chaclacayo, especialmente durante los húmedos inviernos de la capital. Era un edén para los niños: la novedad de poder elegir a la carta (austero menú) las tres comidas en el inmenso comedor del complejo, trocándolas de momento por el omnipresente arroz con los guisos de la entrañable cocina casera; tener el día entero para holgar por los enormes vericuetos arbolados, eso sí que reportándonos con frecuencia ante la vigilancia paterna; y jugando hasta cansarnos con las máquinas de fulbito y otras atracciones en el salón; y, sobre todo, los ilimitados chapuzones en la piscina a la intemperie, entre los montes y el bosque frondoso con el aire más puro que los pulmones pudieran admitir. Huampaní era el regalo más codiciado para los niños de mi generación durante las vacaciones de julio y, por tanto, durante la época de las Fiestas Patrias el centro estaba repleto. Las reservaciones tenían que hacerse con semanas o meses de anticipación.

Así, contando no más de nueve o diez años de alborotado habitante terrícola, una de esas mañanas de apiñada congregación en el comedor de Huampaní distinguí, en una mesa contigua, una cara conocida –trigueña clara, rasgos finos, pelo ondulado- que ya la había visto antes asentada sobre un cuerpo envuelto en un traje de luces, en varias temporadas en la plaza de Acho (mi padre me llevó a los toros desde que tuve uso de razón, y por esa época yo soñaba con ser torero): ¡el mismo banderillero del famoso auto-quite, Angelillo! Estaba acompañado de una señora muy blanca y de facciones hermosas, que mostraba una sonrisa buena. Cuando uno tiene 10 años, cualquier mujer –cualquier persona- de veinte o mayor califica para el asilo. Por eso, en mi recuerdo, Gladys –que así se llamaba la flamante esposa de Angelillo- era una “señora grande” de unos veinte a veinticinco años de edad. Previa autorización paterna, mi hermano y yo nos acercamos a la mesa de estos egregios comensales –después nos enteraríamos de que eran lunamieleros– para saludarlos (“¡Hola, tú eres Angelillo”!), y ellos nos recibieron con mucha simpatía y hasta cariño –quizá porque un subalterno de la lidia no estaba tan acostumbrado, como los matadores de éxito lo estaban, a que se les reconociera en el restaurante de una villa vacacional, a muchos kilómetros de la plaza- y así, por una genuina bonhomía o por la gratitud de un ego ensalzado, Angelillo firmó la sentencia de su tortura. No creo que ningún otro recién casado, desde que se inventó la luna de miel, haya estado sometido a un acoso tan inclemente como el que dos niños fanáticos de los toros –y muy impertinentes- le prodigaron al ciudadano Angel Solimano, cuyo remoquete taurino fue “Angelillo”, y a su bonita novia.


Un par de días antes, mi hermano y yo habíamos descubierto que en un paraje de los alrededores pastaba una vaca vieja, llena de mataduras y con la cornamenta recortada, atada a un árbol. Nuestra imaginación infantil habría visto, en vez de unos molinos de viento, a un terrible miura listo a despanzurrarnos. Por eso, jamás nos acercamos al animal a más de unos cinco o seis metros, claro que amparados en los cubrecamas del dormitorio que, a guisa de capotes, los habíamos sacado subrepticiamente del chalet. Citábamos a la vaca a la verónica, con el trapo por delante, imitando con nuestros cuerpos el garbo de los matadores, y por supuesto que, como si la cosa no fuese con ella, la vaca seguía agenciándose su sustento de la broza del terreno. Pero por nada del mundo nos atrevíamos a acercarnos, pues muchas veces habíamos vistos volar a los diestros como unos peleles cuando eran cogidos, y no queríamos exponernos a ello sin el beneficio de un quite y de una enfermería al canto.

Entonces, lo lógico era que quien se acercase a la fiera fuese alguien del oficio, un profesional que estuviese a la mano. ¡Y qué a la mano!


Por lo menos durante toda una semana y casi a todas horas del día, mi hermano y yo íbamos en taurómaca romería hasta el chalet de Angel y Gladys, algo más alejado que el resto, como correspondía a la privacidad de los recién casados. Por razones intuidas -en nuestra ya algo disipada mente infantil-, los novios pasaban la mayor parte del tiempo dentro que fuera; entonces, en cualquier momento del día –la noche entera sí los guarecía del asedio- dos mocosos palomillas se llegaban hasta la puerta del torero y su mujer a gritar en coro: “¡Angelillo, enséñame a torear”!

Y, dando muestras de una paciencia más que jobiana, al cabo de unos momentos siempre aparecía Angelillo, algunas veces despeinado y con el estigma de la modorra en el rostro, pero de buen talante y sonriente. Entonces nos íbamos a torear a la vaca. Torear a la vaca era acercarnos hasta tocarle los cuernos -la proeza que nos enseñó Angelillo- sin necesidad de una manta. ¡Era tan bravo nuestro torero que ni necesitaba un engaño para dominar al bovino! Jamás le advertimos temor en los ojos cada vez que se acercaba a la bestia corrupia de nuestra imaginación, y ese valor sobrehumano nos alentó a mi hermano y a mí para acercarnos y sentir que los tendidos de fantasía -que eran los árboles de ese paraje- se estremecían ante dos niños valientes que desplantaban a la bestia ya domada.

Sólo una vez sentimos algo parecido al remordimiento en una de nuestras convocaciones al maestro: una tarde adormecida, a la hora de la siesta, encontramos a la pareja en un sillón del breve patio delante del chalet. Gladys, que estaba sentada sobre el regazo de Angelillo, tenía las piernas expuestas, y él dejó de acariciarlas apenas nos divisó. Ella se levantó y corrió adentro, mientras él, sin gesto agrio, nos llevó a torear a la vaca, y en el camino nos enseñaba cómo agarrar bien la manta que hacía de un improvisado capote gris sin esclavina.

Hay que poner las cosas en un contexto que permita comprender las razones de este par de chiquillos.

La afición a los toros, por lo general, se mama. Hay quienes llegan a ella en la adolescencia o, aún, durante la adultez. No es lo mismo. Ya uno tiene sus valores más o menos firmemente establecidos. La muerte de un animal tras un tormento de veinte minutos puede hacer mucha mella en quienes asisten a una corrida de toros por primera vez en edad racional. En cambio, para cualquier niño que haya ido a una plaza de toros, generalmente de la mano de su padre u otro familiar adulto, antes de la formación del juicio, o sea antes de los siete u ocho años, el espectáculo se asimila como algo de lo más natural. Así, también, ocurre con las peleas de gallos, la caza y la pesca -estas dos últimas actividades muy comunes en casi todas las culturas-. Nadie ha podido demostrar que un toro sufre más que un merlín, el cual, también, durante varios minutos lucha por su vida con un enorme anzuelo enganchado en la boca, mientras el pescador –la mayoría de las veces deportivo, y sin la intención de aprovechar su carne- le suelta el cordel para darle la ilusión de un escape y que así se fatigue más pronto y amengüe la resistencia. O la caza de las ballenas en las Islas Feroe, en Dinamarca, donde el mar se tiñe con la rojez de la sangre tras una masacre anual. Estos cetáceos –decenas de ellos- se acercan a la orilla en busca de alimento, donde los jóvenes les asestan golpes con una especie de machete: les seccionan la médula espinal y los paralizan. Lo mismo se puede decir de los safaris y hasta de la caza de los pichones con una escopeta de perdigones, por el mero placer de acertar en un blanco vivo y volante. La naturaleza es cruel, y el ser humano es parte de esa selva donde la ley es comerse a unos seres vivos o que ellos te coman a ti.


Muchas veces, por remilgos escrupulosos de la madurez, he puesto en revisión mi afición por las corridas de toros, y mi inteligencia me ha dicho que es una fiesta bárbara y cruel. Entonces, mi opción humana, a la luz de un razonamiento más sabio y añejo, tuvo que haber sido renegar de ella, como ha ocurrido con algunos aficionados que devinieron antitaurinos. Pero, como en todos los ámbitos del vivir, en lo que se refiere a las corridas de toros no sólo manda la razón, sino que hay, también, un conglomerado de motivos sustentados en la emoción, la costumbre, la tradición, en fin, en todos esos elementos culturales que configuran a los pueblos y que no siempre atienden a la piedad ni a la inteligencia. No me cabe la duda de que el espectáculo de la tauromaquia está finalmente condenado a desaparecer. Pero lo mismo tendrá que ocurrir primero con la pesca y con la caza deportivas, actividades del matar por matar –muy poco cuestionadas en el mundo “civilizado”– y que no necesariamente sacian hambres humanas y que ni alimentan arte ninguna. Es más, ojalá que un día los humanos no tengamos que matar animales para alimentarnos de ellos. Pero por el momento las cosas son como son, y nosotros somos los hijos de nuestro tiempo.

Es absurdo atribuirle a un animal las características humanas y proyectar en ellos los atributos tan abstractos como el honor, la elegancia y el derecho. Sin embargo, así como –también- a través de los milenios, y hasta en épocas recientes, se le atribuyeron a ciertas deidades unas características tan humanas como la pasión, el odio, la venganza y la ira, permítaseme por un caprichoso instante, en aras de una dialéctica entecona, dotar al toro de lidia –quizá el animal más hermoso y, por cierto, la imagen suma de la fuerza y la bravura- con el poder de decidir su destino. Si pudiera averiguarse su preferencia, ¿decidiría este animal ir a morir al matadero, electrocutado o a golpes, o ser castrado y llevar el yugo para arar la tierra hasta su muerte? ¿O sería su elección el morir como un gladiador armado, con el derecho de matar también, tras un cuarto de hora de lucha sangrienta? No lo sé, ni nadie nunca lo sabrá; pero, si en el reino bovino existiese la variedad de pareceres que nos caracteriza a la especie dominante, y siendo su destino final proveer de carne a los hombres, sospecho que la mayoría de los toros –especialmente los de lidia, nacidos y criados para luchar- irían por lo segundo.

Durante los años de nuestra juventud, cada temporada taurina mi hermano y yo esperábamos la

llegada de las cuadrillas a la plaza en las tardes de toros, y cómo nos envanecía que uno de los lidiadores, por más que vistiese la plata en lugar del oro, nos reconociera entre el gentío y nos llamara por nuestros nombres y que nos abrazara con afecto. También veíamos a Angel en casa del tío Amadeo Bresciani, quien, por mucho tiempo, fue el factótum de la actividad taurina en el país, en su condición de director de espectáculos de la Municipalidad del Rímac, pero, sobre todo, por su condición de ser –tal vez- la persona más entendida en los intríngulis de la fiesta brava en Lima

Muchos años nos separaron de Angel, hasta que una tarde de toros -ya maduros mi hermano y yo- nos lo encontramos en el tendido como un espectador más. Estaba viejo y flaco, y había tristeza en su expresión, la cual se tornó llanto franco cuando le preguntamos por Gladys : “No quiero hablar de ella”, nos dijo, y no insistimos al respecto.

Varias veces después lo vimos en la plaza, tocado con una cachucha y en silla de ruedas, y tenía esa
expresión de los que ya no andan por aquí. Una vez que nos acercamos no nos reconoció, pero así y todo le recordamos quiénes éramos y, otra vez, se puso a llorar. A partir de ahí decidimos no volver a perturbarle la vejez con unas memorias evidentemente dolorosas y nos limitábamos a verlo de lejos con el cariño de siempre. Más todavía, porque en la madurez comprendíamos mejor hasta qué punto había sido un hombre bueno con dos niños impertinentes y desconocidos.   Ignacio.


domingo, 19 de abril de 2020

JOSÉ MARÍA MANZANARES TOREO ETERNO por Carlos Castillo





 Por; Carlos Castillo Alejos




JOSÉ MARÍA MANZANARES TOREO ETERNO

El pasado martes 14 de abril el matador de toros español José María Dols Abellan "José María Manzanares" hubiera cumplido 67 años de edad. Fue considerado figura de época y reconocido como torero de toreros en el mundo taurino. Cuando estuvo como espada en activo tuvo el respeto de todos los profesionales y compañeros del toreo, siendo espejo en el que se han mirado muchos actuales matadores.


La afición de Lima lo recuerda con mucho cariño por sus triunfales y entregadas faenas de toreo
eterno, lleno arte, majestuosidad, inspiración y exquisita técnica. En la plaza de Acho, conquisto cuatro Escapularios de Oro de las Ferias del Señor de los Milagros 1977, 1979, 1885 y 1988, los que por la rotundidad como los obtuvo y el lugar especial que tuvo con los aficionados fue reconocido como "Torero de Lima".



La muerte lo sorprendió un 28 de octubre del 2014 cuando tenía todo listo para acompañar a su hijo que estaba acartelado en la feria morada de ese año y reencontrase con su Lima añorada, de la que cuando le preguntaron por sus "perdidas bohemias" respondió: "Si me pierdo, que me busquen en Lima". Sobre su hijo torero José María Dols Samper "José María Manzanares" opino: "el alumno tiene que superar al maestro" y su hijo en la actualidad ha logrado consolidarse como figura del toreo.

Al cumplirse un mes de su sensible fallecimiento un grupo de amigos y admiradores que tuvo en Lima asistimos a una Misa en memoria de su alma en la Iglesia de Las Nazarenas.

¡Maestro Manzanares! siempre estarás presente en nuestra memoria y vivirás en nuestro recuerdo.

Carlos Castillo Alejos  (Peru Taurino)




sábado, 18 de abril de 2020

NOCHE DE VERANO TAURINA en memoria a Don Miguel


Fotos; Cordoba Caro







Por; Miguel Delgado Victorio
martes, 8 de febrero de 2011




NOCHE DE VERANO TAURINA

Una noche de verano, en la puerta del hotel Roma en pleno Centro de Lima, el banderillero Alejandro Arrieta "El Tata" disfrutando de una amena charla con sus amigos el matador de toros Lima de Estepona, José de María Cruz "Pepe Cruz", Jorge Domingo Tapia "El Koki", el banderillero recientemente en retiro Rafael Montenegro "El Diablo", los periodistas Rafael Morán, Carlos Castillo A., Miguel Delgado Victorio y Don Jorge Arancivia R.



Nunca olvides que. . .
La felicidad te mantiene Dulce.
Los intentos te mantienen Fuerte.
Las penas te mantienen Humano.
Las caídas te mantienen Humilde.
El éxito te mantiene Brillante.
Pero solo Dios te mantiene andando








jueves, 16 de abril de 2020

EL BAUTISMO DE SANGRE DE JOSELITO EL GALLO







Por; Luis Muñoz Palomo

REFRANES O FRASES EN TAUROMAQUIA.

Los grandes toros, son los que llevan un cortijo en cada pitón.



EL BAUTISMO DE SANGRE DE JOSELITO EL GALLO.

El bautismo de sangre del menor de los hijos de la Seña Gabriela, se produjo el día 1 de Septiembre
del año 1912, en Bilbao, fue un novillo de Escribano Gama el que lo hirió en un brazo, y le dio una gran paliza. Conmovió a la afición en sus más hondos sentimientos. La figura ya gigantesca del joven ídolo adquirió extraordinario relieve con aquel accidente desgraciado. Porque si antes había expectación en el público por presenciar las faenas de Joselito El Gallo con verdaderos toros y al lado de matadores de categoría, después era más el sentimiento de volver a ver a la figura de aquel niño torero.
Es sabido que los toreros tienen dos etapas definitivas en su vida de torero, antes y después de la corná. Hay diestros que se crecen después del primer percance serio, y los hay por el contrario que les toman asco a los pitones de los toros, y antes se quedan ciegos que mirar al morrillo.
He aquí por qué causó grandísima expectación la nueva presentación de Joselito El Gallo. Porque el día de su alternativa tendría dos alicientes grandísimos para la afición:
Habérselas con toros formales y habérselas después del primer desgarrón de piel. Con esto y con el arte que supo en poco tiempo conquistar el torero sevillano a toda la afición, no era muy aventurado pronosticar que, el porvenir que se le presentaba pudiera ser muy bien hacer presencia con uno de sus más elegantes vestidos:
Por venir, Rosa y Oro. Rosa por las palmas, los sombreros, los tabacos y los billetitos perfumados que le quedaban por recibir; Oro por las peluconas que dentro de poco guardaría en sus arcas.
Su curación estuvo a cargo del notable Doctor Mascarell.
Y en la noche llegó a Madrid la Seña Gabriela madre de Los Gallos para cuidar al menor de sus hijos, no separándose ni un solo momento de la cabecera del enfermo.
Días después Joselito preguntó al Hermano mayor de la Esperanza:
Cuanto pueden costar unos varales de oro para mi Reina ? Joselito se fue al otro mundo con esa pena. Pudo comprarle en una joyería francesa las famosas mariquillas y tenía la intención de comprarle esos varales de oro, pero Bailaor en Talavera de la Reina evitó que el torero cumpliera su propósito.

En la fotografía derecha inferior, Joselito El Gallo recibe la alternativa de manos de su hermano Rafael.



EL PEOR MAL.

Más tuvo de alegre que de otra cosa el toreo que practicaba Francisco Herrera Rodríguez “ Curro Guillén.” Sus airosos galleos y sus ceñidos recortes eran cada vez más aplaudidos. Alcanzó fama insuperable en su época ( 1783- 1820 ) era el más solicitado de todos y a él pertenece la semblanza contenida en la décima siguiente:

Salta, bulle, juguetea,
lances raros improvisa,
que al entendido dan risa,
por ser cosa de capea.
Hay quien su toreo afea
por poco serio y formal,
más la masa en general,
jaleándole le obliga,
a que sus monadas siga
practicando por su mal.

Pero su peor mal fue la cornada que le ocasionó la muerte en la plaza de Ronda, el día 20 de Mayo del año 1820.




miércoles, 8 de abril de 2020

¨El Huracán de los Andes¨





POR AMOR AL ARTE entrevista con Karla Poggi 

Andres Roca Rey on la fuerza propia de un huracán, (@RocaRey)¨El  Huracán de los Andes¨ la primera vez que toreó fue a los tiernos siete años, despues de haber toreado en Lima Peru su patria natal debutó como novillero en España en el 2013. Con caballos en el 2014 en el pueblo francés de Captieux, luego toreó en importantes plazas como la de Arnedo y en otras plazas de Sudamérica, resaltando Colombia y un mano a mano con su compatriota Joaquín
Galdos en Acho (Perú). Su primera novillada del 2015 fue en Las Ventas, donde salió por la puerta grande cortándole una oreja a cada novillo. Posteriormente toreó en Sevilla, volvió a torear en Madrid y en San Isidro, triunfó en
Pamplona, abrió la puerta grande en Santander y en Bilbao, siendo el único novillero de todos los tiempos en lograr todos estos triunfos, en estas plazas, seguidamente y en una misma temporada. 1​12 Días antes de tomar la alternativa, sufrió una cornada en el muslo izquierdo y una fractura de metacarpiano de la mano izquierda, que le hizo perder algunas novilladas, pero no le impidió tomar la alternativa triunfal el 19 de septiembre en Nimes. En una entrevista de MUNDOTORO en el 2009 Andres dijo ¨me da más miedo defraudar al público que perder la vida¨



lunes, 6 de abril de 2020

LA CONEXIÓN MANOLETISTA CON GITANILLO DE TRIANA











Por; Luis Muñoz Palomo
REFRÁN TAURINO.
Para torear, hay que acariciar.
LA CONEXIÓN MANOLETISTA CON GITANILLO DE TRIANA.
Se comentaba que Manuel Laureano Rodríguez Sánchez “ Manolete “ era un tímido por naturaleza, mandaba en el toreo pero mandaba muy poco entre cuestiones de faldas y todo el valor que derrochaba ante los toros se le iba por un inmenso desagüe ante una mirada femenina; salvo, con Lupe Sino. Manolete tenía que recurrir a embajadores y mandaderos que le pusieran el toro en el terreno adecuado para entrar a matar. El más afortunado de estos, y el más amigo y confidente fue Rafael Vega de los Reyes “ Gitanillo de Triana,” yerno de Pastora Imperio.
“ Anda Rafael dile a esa algo de mi parte,” el gitano y más quizás Pastora fue elemento decisivo en el
Manolete le proporcionaba a Rafael seguridad y contratos, Rafael repartía alegría, juergas, baile y cante, todo se rompió la tarde aciaga de Linares con Gitanillo de Triana testigo trágico de la muerte; la soledad para el gitano hasta el año 1969 en que murió en una carretera entre la chatarra de un coche, regresaba a Madrid después de una fiesta celebrada en una finca de Luis Miguel Dominguin en la provincia de Cuenca, murió también su yerno Hector Álvarez, también matador de toros. Se habló mucho de los grandes amigos de Manolete pero Manuel solo tuvo un gran amigo y ese fue Rafael Vega de los Reyes “ Gitanillo de Triana “ el único que le apoyaba en su noviazgo con Antoñita Bronchalo Lopesino “ Lupe Sino “ fue su nombre artístico.
volcánico amor que a Manolete le encendió el corazón por Lupe Sino. La vida de Gitanillo y Manolete tenía misteriosas conexiones, parecía como si una fuerza desconocida y extraña les hubiera condicionado sus vidas. Siendo ya Manolete mandón del toreo protegió al gitano, este se había olvidado de una circunstancia que Manolete recordó siempre. Que siendo Manuel un maletilla hambriento y desgarbado, Rafael Vega de los Reyes ya consagrado, le permitió en un tentadero darle a una vaca varios muletazos.
El día que según el periodista Tico Medina mataron a Manolete en Linares, que no iba muy descaminado con el dichoso plasma del Doctor jefe de la enfermería de la plaza de Las VENTAS de Madrid, Don Luis Jiménez Guinea, no se explicaba nadie por qué no se le cortó la pierna a Manolete para salvarlo.
¿ Saben ustedes por que ?
Porque nadie se podría imaginar a Dios con una pierna menos.


HAY QUE EVITAR EL SUDOR.
No era hombre ocurrente el infortunado matador de toros Manuel Lucas Blanco ( El torero ajusticiado ) pues pese a su origen Andaluz, ni se distinguió por gracioso y menos por dicharachero.
De ahí que no demos absoluto crédito al siguiente suceso, que según papeles viejos, acaeció en la antigua plaza de toros de Ronda:
Lucas Blanco, dirigiéndose a un banderillero de su cuadrilla le dijo:
Sácame a ese toro de tablas ahora mismo. El banderillero le contestó:
No puede ser señor Manuel, lo estoy intentando y le oído al toro decir que quiere que sea usted quien lo saque para que sude un poquito. Lucas Blanco le dijo:
No le llevaré la contraria y en tablas lo mataré. Pero eso de sudar yo...¡ Man que me metan en un horno !



miércoles, 1 de abril de 2020

UNA CORNADA TRUNCÓ SU GRAN CARRERA








Por ; Luis Muñoz Palomo







REFRÁN TAURINO.

Cuando el toro desconoce el tintineo del cencerro, de su rebaño se pierde.

UNA CORNADA TRUNCÓ SU GRAN CARRERA.

Manuel Mejías Rapela “Bienvenida “ El Papa Negro “ nació el día 12 de Febrero del año 1884 en la
localidad de Bienvenida ( Badajoz ) desde muy niño fue torero. Tomó la alternativa en Zaragoza el día 14 de Octubre del año 1905, confirmó en Madrid el día 14 de Marzo del año 1906, fue un torero poderoso, clásico y sólido.

Una cornada cambio taurinamente al Papa Negro, cambió su vida. Era inexplicable lo que le ocurrió a Bienvenida, un diestro que comenzó la carrera desde niño; que logró como ninguno dominar todas las suertes, todos los resortes de la profesión, y, sin embargo, a pesar de estos conocimientos, y de no ser más cobarde que otros que lograron sobresalir, y de tener excelentes facultades, se le vio decaer de un modo terrible.
Un toro de Trespalacios cambió su vida, los aficionados aún no se acostumbraban a creer que habían perdido a Bienvenida; aún esperaban, acaso con fundamento, la Resurrección o el despertar de tan bueno y simpático muchacho; aún pensaban muchos ver a Manuel adornarse con la capa, banderillear como el primero, pasar de muleta artista y reposado, y por último tumbar a su enemigo de una buena estocada recibiendo o de un excelente Volapie.
Duró su carrera sólo diez años, en ella toreó 237 corridas estoqueando 524 toros y fue el creador de la mayor dinastía de toreros de la historia del toreo, seis hijos toreros y una hembra fue su legado.
Manolo, Pepe, Rafael, Antonio, Ángel Luis, Juanito y Carmen Pilar. Entre ellos grandes toreros sobresaliendo Antonio Mejias Jiménez ( Antonio Bienvenida ) el torero de Madrid.
El Papa Negro fue un personaje de una prodigiosa intuición reveladora, cuando los éxitos de sus hijos Manolo y Pepe, le propusieron a Manuel que pusiera un rótulo en la puerta de su casa y un anuncio en el periódico:
Sevilla, Marqués de Paredes 33 “ FABRICA DE TOREROS “

LOS INICIOS DEL TORERO ANTONIO CHENEL ALBADALEJO “ ANTOÑETE “

Antonio Chenel “ Antoñete” nació en la calle Goya de Madrid, llegada la Guerra Civil. Su familia era de izquierdas y tuvieron que salir de Madrid, se marcharon a Valencia, pasando la contienda entre Valencia y Castellón y cuando regresan a Madrid, les echan de la Buhardilla de la calle Goya, por rojos, al padre que trabajaba en la fábrica de la moneda, lo dejan sin trabajo. Se tuvieron que ir a vivir a la plaza de toros, donde tenía la casa su hermana, casada con el mayoral de la plaza, Paco Parejo.
Antonio comenzó a acercarse a los matadores de toros, e incluso haciendo de toro, porque en esa época, entrenaban muchos toreros en la Gran Monumental de Las Ventas. Antonio descubre en el toreo un mundo fascinante. Comienza a escaparse de casa para asistir a capeas con su hatillo a la espalda. Enterada su familia le echan la bronca y es, cuando su cuñado le permite salir en alguna becerrada nocturna.
Paco Parejo le dice que el toreo es muy duro, pero como Antonio insiste, le mete en un cartelito en el que el becerro le da una auténtica paliza, al acabar la becerrada su cuñado se acerca y le dice:
Ves como no sirves para esto. Paco Parejo vislumbró que Antoñete sería torero.

Así nació el torero del mechón blanco, un gran torero a partir de encontrarse en Madrid con un toro blanco de Osborne llamado ATREVIDO. Corrida televisada y Antoñete paró el tiempo, yo tenía veintitantos años y no me despegué del televisor. Como decía el Fary. Grande maestro ANTOÑETE.